Aportaciones

¿Quién es Francisco Palau para mí?
 Se me invita a que responda a esta pregunta. Y, sin  pensar mucho, esta es mi confidencia:
Personalmente, aparte que sea fundador de la familia religiosa a la que pertenezco, Francisco Palau es, para mí, guía, padre, hermano y amigo. De vez en cuando hablo y le cuento mis cosas, le consulto, le invoco como intercesor ante Dios... Me siento identificada con él en muchos aspectos, situaciones, anhelos, intuiciones, fracasos... Le considero santo, uno de esos santos que supieron lo que es sufrir por la Iglesia y de parte de la misma Iglesia, uno de esos santos que la amó  incondicionalmente, que vivió la pasión por la unidad del cuerpo místico de Cristo, uno de esos santos que supo lo que fue esparcir  incansable la semilla de la palabra y el servicio y apenas recoger fruto. Un hombre aparentemente adusto y de una ternura entrañable. Carmelita teresiano, “hijo de Teresa de Jesús” y  admirador convencido del profetismo de Elías, fue y se definió a sí mismo “Misionero Apostólico” por nombramiento oficial y por agregación a la hoy Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
Desde luego, no puedo ocultar que le quiero, le admiro y le venero. Su testimonio de vida consagrada a la Iglesia y su magisterio eclesial le sitúan como pionero en le siglo XIX de novedad eclesiológica pero sobre todo de experiencia eclesial. En Palau contempló al místico y al apóstol de la Iglesia, mirada y amada en la unidad Dios-Prójimos. Unidad que le renovó alma y cuerpo unificándole en novedad de vida.
Son bastantes los años que hago los ejercicios espirituales con la Biblia y los Escritos de Francisco Palau. En ellos encuentro “alimento y savia”, que fortalecen mi vida de CMT. Descubro en los textos bíblicos más reflexionados y saboreados por Palau su talante de profeta de la esperanza, de luchador por la justicia, de buscador de la felicidad, de cantor de la belleza del creado, de místico y misionero de la Iglesia, una Iglesia desmarcada del poder, una Iglesia servidora, figurada en la Mujer, encarnada en cada ser humano necesitado de cuidado, ternura y atención, una Iglesia que preferencia su amor a “los endemoniados” en una sociedad política, que aborta la vida, excluye a los sin voz, facilita la muerte de los enfermos terminales, quiere una educación sin Dios para los niños.

Josefa Pastor cmt

Ver en todo a Dios

Ver en todo a Dios es tener un corazón donde nadie se queda afuera y para todos hay un sitio. Al final de los tiempos, nosotros le preguntaremos a Dios: ¿cuándo te vimos? Y Él nos preguntará a nosotros: ¿y cómo es que no me viste? Cuanto haces a tus prójimos lo haces a mí, porque yo soy ellos y ellos son la Iglesia. 

Lo que ha oído... ha oido. Dios es Palabra, Francisco Palau es escucha, es oidor, oyente de la Palabra.

Como María se sienta a los pies del maestro, y escucha atentamente su palabra, la medita y la pone en práctica. Oí una palabra, y esta palabra procedía de los labios de la Madre de Dios, y la palabra era: “Hasta ahora no me has conocido, porque yo no me he revelado a ti; en adelante me conocerás y me amarás. Yo guardé esta palabra. Escucha en la intimidad del alma, escucha en la naturaleza, escucha en el dolor del otro, escucha en la confidencia, en el más profundo silencio retirado en el Montsant, Els Cubells, El Vedrá, etc.

Porque tenía unos oídos sensibles, atentos y abiertos, pudo percibir el susurro de Dios en la noche, y pudo convertirse en confidente de la voz de Dios y del clamor de los hombres. Oídos que se han dejado sanar en las manos de Jesús, abriendo paso a la comunicación entre el exterior y el alma. Es entonces cuando la escucha se convierte en estremecimiento. El alma se le conmueve y su vida cambia.
Carmen Arroyo

Visión eclesial de Francisco Palau y Quer.



Desde su concepción de la Iglesia como Dios y los prójimos el ser humano es contemplado como imagen viva de la Iglesia: En Cristo, la imagen perfecta de Dios, el hombre nuevo por excelencia y en él cada ser humano se descubre a sí mismo imagen de la Iglesia.

Elementos más sobresalientes de la eclesiología palautiana: 
  • La experiencia eclesiológica:  desde un nuevo modo de ser y de entender a la Iglesia se fue engendrando su espiritualidad eclesial, lleva el sello de su vocación personal y carismática, vida teologal y mística misionera centrada en el misterio de la Iglesia. A Francisco le es manifestada la Iglesia como Dios y los prójimos.
  • La doctrina del cuerpo Místico (imagen paulina y desarrollada por la patrística), en cuya metafórica realidad centra y hace coincidir el dogma, la moral y la espiritualidad;
  • El sentido trinitario de la Iglesia: la presencia de las tres divinas personas en el ser humano rubrican el sentido trinitario de la Iglesia, de modo que el hombre, mirándose a sí mismo, se descubre imagen viva de la Iglesia y a la Iglesia como imagen viva de la Trinidad. Él presenta la relación y profunda unidad que hay entre Cristo y los miembros de la Iglesia: Dios y los prójimos. Iglesia Trinidad que penetra y da vida al Cuerpo Místico de Cristo. 
  • La Iglesia como comunión. Su visión eclesial está marcada por un sello profético-carismático, la idea y vivencia de la Iglesia como misterio de comunión es esencial. La eclesiología de comunión representa el contenido central del "misterio" de la Trinidad y su plan de salvación. Para Francisco es fundamental la eclesiología de Comunión: Dios y los hombres. La concepción de la Iglesia como misterio de comunión es la esencia de la espiritualidad y vivencia del beato Francisco Palau. 
  • En el aspecto pneumatológico, la Iglesia es misterio de intercomunicación personal, en el Espíritu Santo, de todos los miembros con la Cabeza y entre sí. 
  • El sentido cristocéntrico viene marcado como misterio de unidad entre Cristo y sus miembros, realizado dentro del plan histórico de salvación.
          Palau llegó a la gran conclusión de su vida, la que le unificó y acabó con sus búsquedas: la Iglesia es antes que nada comunión, pero en el misterio, misterio de comunión, unidad y fuente de unificación con Cristo místico, fraternidad por realizar y proyectar, y realidad viva. La Iglesia le fue revelada como Dios y los prójimos. Esta es la proyección de Francisco en la historia y en la Iglesia.

          Sintetizamos las tres dimensiones de la Iglesia presentada por Francisco Palau:

          • Divina y humana: Iglesia de naturaleza sobrenatural, pero formada por hombres. Participación de unión trinitaria y no simple comunión de convicciones morales y religiosas, aunque éstas entren en la adhesión de respuesta fiel a la persona y al mensaje. 
          • Espiritual y visible: carne y espíritu, visible e invisible. 
          • Pneumática y jerárquica: En la vida y mensaje de Francisco Palau contemplamos la visión de una Iglesia en el Espíritu y la estructura jerárquica de esa misma Iglesia, pero predomina y con mucho la primera dimensión.
              Francisco Palau escribe su experiencia eclesial unos años antes del Concilio Vaticano I. Podemos decir que fue hombre histórico del Vaticano I y hombre espiritual del Vaticano II, ofreciendo un nuevo modo de ser y entender la Iglesia. Si confrontamos sus intuiciones e ideas capitales con la evolución experimentada en torno a la Iglesia a lo largo de un siglo, advertimos sin esfuerzo y sin violentar su pensamiento, que Francisco Palau presentó una visión muy avanzada para su tiempo. Se vislumbra en sus escritos una visión de la Iglesia que sintoniza con preocupaciones y problemas de nuestros días. Francisco Palau aparece como un hijo de su tiempo y, a la vez, como un profeta o precursor de la eclesiología posterior.

              La manifestación de la Iglesia en Francisco Palau es el impulso de su misión apostólica, de su entrega incondicional a esta Iglesia. Ésta es la mejor garantía de su relación mística con la Iglesia, manifestación de la presencia de Dios, encarnada en rostros concretos. Su obra fundacional nace como fruto de esta experiencia de amor a la Iglesia, es el alma de su carisma apostólico.


              El padre Palau, hizo de la Iglesia -misterio de unidad y comunión- la razón y la pasión de su vida.


              Antonia Agulló